viernes

Síndrome Pinocho

Este año sí …..

Yo miento, tú mientes, él miente, ellos mienten, nosotras mentimos, vivimos en un mundo en donde la falacia puede llegar a considerarse como una pieza más de nuestro lenguaje, donde sin proponérnoslo podemos decir alguna mentirita de vez en cuando. Aunque, claro, hay sus horrendas excepciones de personas que en verdad nos creen pendejos (as) y se la pasan llenándonos la cabeza de mentiras al por mayor –¿quién dijo Políticos?- Todos hemos mentido alguna vez en nuestra vida, y quien diga que no empieza mal y no es más que un/a pinche mentiroso/a. Mentimos, y en ocasiones hay que mentir.
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Lo increíble, amigos, es que debería ser fácil detectar las mentiras, es decir, convivimos con ellas a diario; son las amigas de nuestros amigos, son tan comunes y amigables que nos topamos con ellas en la casa, en la escuela, en la oficina, con mamá, papá, hermanos, amigos, amores, abundan:
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“Perdón maestra es que el tráfico estaba horrible por eso llegué tarde”, “Te llamé ayer y no estabas”, “Todavía no me pagan, pasado mañana te doy la tanda”, “Ya casi termino”, “Tengo mucho trabajo” “Dijo mi mamá que siempre no” "Ya casi llego", "En cinco minutos estoy lista", “Me encantaría ir pero ya tengo un compromiso”, “No me acordé que te gustaba…”, “Espérame, voy al baño (en el msn)”, "¡Uff, estuvo increíble!" y la mejor de todas, la que nos han hecho a muchos, la tradicional, la que se lleva las palmas: “YO TE LLAMO / NOSOTROS TE LLAMAMOS” Mentiras que la mayoría de los mortales hemos dicho alguna vez (y me atrevo a decir que Jesucristo, Mahoma y Buda también jugaron).

Sin embargo mientras nosotros damos rienda suelta a nuestra creatividad con las mentiras, solemos ser también bastante avaros con la verdad, esperamos que todos sean cien por ciento sinceros. A mi me cagan las mentiras, me ponen de muy mal humor, soy muy impulsiva me salgo de la situación en la que esté de puro coraje, pero no voy a negar que también las he dicho y que hubo un tiempo en que era muy lista en el asunto. Pero la vida te enseña que lo que das recibes y terminas entendiendo que si te cagan las mentiras lo mejor es empezar por no mentir. A menos que seas escritor y te paguen por hacerlo, jo,jo.

No es de sorprender entonces que odiemos a los mentirosos. Si no tenemos los datos, alguien puede manipularnos, decepcionarnos, o aprovecharse de nosotros. Queremos estar seguros de la persona con la que estamos tratando. La mejor manera de entender el acto de mentir es tomar en cuenta las circunstancias que te orillan a hacerlo, pues en algunas ocasiones mentimos por no sentirnos en desventaja. Porque también es común que lleguemos a mentir para llevar una vida fácil y evitar las confrontaciones que las relaciones humanas conllevan, esto se da muy seguido con las relaciones muy íntimas, el /la amiga del alma o la pareja.

Otra excusa que usamos para mentir y que astutamente disfrazamos de “mentira piadosa” es el hecho de que mentir es benéfico para la otra persona porque en caso de tener que exponer la verdad podría ser doloroso e incómodo e incluso fatal. Lastimaríamos sus sentimientos. A veces estoy a favor de esas mentiras, pero por otra parte no, siempre aunque duro es mejor conocer la verdad porque por muy fuerte que sea, uno puede reponerse del golpe pero cuando la mentira crece y crece sin poderse detener resulta devastador darse cuenta de que vivimos todo el tiempo una puta mentira, y eso, no tiene madre es mejor una verdad. Esto aplica a toda esa gente de doble vida.

También las hay esas mentiras encubridoras, que son producto de la vergüenza o por un evidente esfuerzo de obtener algo a cambio, desde vendernos un tiempo compartido hasta ser el amante con quien se pone el cuerno. Existen las mentiras que usamos para decepcionarnos a nosotros mismos, muy común en ésta época: “Este año sí se acabó” “Ahora sí terminaré mi meta en el gym” “La última ronda” "Mañana empiezo" Quizá sólo mucho tiempo después admitamos la verdad, pero esas mentiras son las que nos duelen porque representan un pasaporte a la frustración, y la depresión.

Pero puede que todas éstas mentiras representen una protección contra otras personas o más comúnmente sobre nosotros mismos. Si se trata de los otros pedir que sean honestos es ideal pero si se trata de nosotros mismos preguntarnos: ¿A qué le tengo miedo, cuales serían las consecuencias de decir la verdad? El que conteste con facilidad ésta pregunta me avisa porque la mayoría de las veces aunque sabemos la respuesta, es duro procesarla. No creo que sea posible vivir una vida permanente de verdad pero sí creo que tratar de ser más sinceros ayudará a que no caigamos tan fácil en el juego, aunque hay veces en que cuesta ser lo suficientemente sincero, empático e inteligente al mismo tiempo. A mi me pasa.
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Qué fortuna y desfortuna que en la realidad no nos pueda crecer la nariz.

Mi otro blog STRANGES
Por favor, lloren.

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