Enrique, han pasado ya algunos años después de que en un arranque inexplicable te largaste de los escenarios amenazando con no regresar nunca. Fue a media presentación, ante la mirada atónita de cientos. Increíble. La noticia corrió rápido. A kilómetros de distancia yo estaba a punto de comprar mi boleto para la gira mexicana, y cuando me enteré sentí la misma rabia, locura, e indignación de otros tantos. “¡Eso no se hace, cobarde, puto, puto, puto!” grité destrozando todo lo que encontraba a mi paso, en aquella febril inmadurez de mi juventud.
Los mariachis callaron, de mi mano sin fuerza cayó mi copa sin darme cuenta, ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza, pero ya estaba dicho que aquella noche perdiera tu amor. Muchos me comentaron la desagradable noticia – incluida mi madre, y eso ya es mucho- pero lo sobrellevé con la frente en alto, llevando mi duelo con dignidad, como nos has enseñado en tantas canciones. Claro, no te mentiré si te digo que en muchas ocasiones deseaba agarrarte a patadas en los huevos para que sintieras mi dolor. Y así, como sucede en la vida, entre canciones y canciones pasó el tiempo hasta que regresaste acompañado de Vegas en un disco infinitamente aburrido que, perdón, pero no contemplo en tu discografía.
Tuvimos suertecita, el destino confabuló y ahora estás acá de vuelta, en el país azteca, saldándonos esa deuda que nos dejó gastritis, colitis, y días de depresión. ¡Qué importa ya! No somos rencorosos, somos hasta bien pendejos por ti, y lo sabes, cabrón. Ahí estamos todos, comprando los boletos, atascando el lugar, como discípulos fieles, hambrientos, ebrios, contaminados por tu aura venenosa. Esa noche, en el recital (ja,ja.ja) no te apenes si me oyes gritar un montón de obscenidades del mal gusto, es tanta la excitación que me provocas que mi cerebro y mi boca no se pueden controlar. Y te aseguro que cuando cantes “El porque de tus silencios” y “Sácame de aquí” habrá una loca, desquiciada mental, que necesitará camisa de fuerza, tranquilizantes, electrochoks para restar tanta emoción desbordante y esa seré yo. Sí, porque estoy enganchada a ti, lo reconozco, no sé disimular. Aunque me hayas capturado, dejé la vergüenza a un lado, solía importarme pero ahora mis venas arden. Necesito un poco más.
Ven a mi casa, llenaré el refri de cervezas, platicaremos de música, de la maldición del desamor, hablemos de nuestros poemas favoritos, esos que se han escrito y los que faltan por escribir. Asaremos carne. Hablemos de Marruecos, la India y sus paisajes, los desiertos africanos, el mar, las olas, y los barcos. Y ya entrada la madrugada iré a buscar el peor mariachi de la ciudad, porque sé que te gusta lo freak y acompañados de la lírica entonaremos las mejores canciones de José Alfredo Jiménez, ese gurú sentimental que nos pone la piel chinita, ya después Dios dirá. En fin, ha sido tan extensiva mi epístola. No olvides que te adoramos, te amamos.
Por siempre enamorada de tí...
Polly
Sólo para fans, hay una foto inédita. Si no lo eres, ni te molestes, cariño. Vete con los perdedores el mundo está lleno de ellos :p
nota: para los despistados ajenos al humor del blog, la carta es guasa pero bien en serio.
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